Seguramente te has preguntado cómo es posible que tus padres tengan el mismo refrigerador de cuando eras niño y tú adquiriste uno no hace mucho y ya no funciona, pues esto se debe a la obsolescencia programada que ataca al siglo XXI.
La obsolescencia programada es una forma en la que las empresas intentan disminuir el tiempo de vida de artículos y así obligarte a comprar uno nuevo, propiciando caer en el consumismo, además, cuando se hace esto los recursos son sobreexplotados y la cantidad de residuos de manejo especial aumenta.
Los antecedentes de la obsolescencia programada se remontan a los años 20 del siglo pasado, cuando el presidente de General Motors, Alfred P. Sloan, ideó una estrategia para competir con el gigante rival, Ford. Frente al empeño de Henry Ford de inundar EEUU con su modelo T, progresivamente renovado para que los nuevos clientes accedieran a una versión mejor, Sloan quería que los ya propietarios de un automóvil GM lo cambiaran por el último modelo cuando el anterior aún funcionaba, simplemente por sentir “una cierta insatisfacción con los modelos pasados en comparación con el nuevo”.

La obsolencia programada no solo se refiere a introducir algo en los equipos que hagan que fallen en cierto tiempo, es también toda una metodología para que esto ocurra, que se clasifican en varios tipos de los cuales seguro has sido víctima.
Tenemos a la obsolescencia por función, esta se da cuando un producto sustituye a otro por su funcionalidad superior, un ejemplo de esto serían los celulares, que cada vez se renuevan con ajustes que, de acuerdo a sus fabricantes es mejor y más efectivo que el anterior, convirtiéndolo en superior a los modelos pasados.
Encontramos también la obsolescencia de calidad, que se da cuando el producto se vuelve obsoleto por un mal funcionamiento programado, que regularmente el costo de su compostura es ligeramente menor o igual comparando con un artículo nuevo.
La más común y en la que seguramente todos hemos caído es la obsolescencia de deseo, que ocurre cuando realmente no necesitamos adquirir algún artículo nuevo, pero la moda del momento te hace sentir que enserio quieres ese producto del que todos hablan.
Otro tipo es la obsolescencia incorporada, esta podría ser considerada como un delito, ya que los usuarios adquieren productos confiando en su durabilidad y se llevan una sorpresa cuando estos ya no son útiles en poco tiempo.
Existe también la obsolescencia psicológica, en este aspecto se intenta influir en los usuarios ofreciendo los mismos productos que ya tienes en casa pero con un toque extra, que en la mayoría de los casos son de baja calidad. Un ejemplo de esto es la fashion fast o moda rápida donde consumes productos baratos, porque están de moda pero no duran como una pieza que podría tener o no un costo más elevado.
Y al final de la lista está la obsolescencia tecnológica, otra forma de obsolescencia programada, esta es la actualización continua y rápida de productos como celulares, computadoras, consolas de videojuegos, televisores, entre muchos otros.
Esta estrategia forma parte de la economía lineal, que solo se basa en explotar recursos, vender, usar y tirar. Este tipo de economía ha llevado al punto actual donde la crisis climática es cada vez más real, lo mejor que puedes hacer es reflexionar tus compras, no caer en este tipo de estrategias y exigir productos de calidad.
Te dejamos algunos consejos para que no caigas en un consumismo innecesario:
1. Replantéate tu ritmo de consumo. No se trata de convertirse en un tacaño que no suelta ni un solo peso, sino de replantearnos nuestro ritmo de consumo y reconocer que, por ejemplo, no necesitamos comprar ropa o complementos, por muy baratos que sean, cada quincena, sino que está bien con que lo hagamos, por ejemplo, cada tres meses o en ocasiones especiales.
2. Sé más crítico con la publicidad que recibes. Induce a comprar productos que la mayoría de las veces no necesitas, y puedes acabar arrepintiéndote de haber hecho una compra inútil.
3. Procura agotar la vida útil de las cosas antes de comprar un nuevo producto que las sustituya. No tiene sentido comprar un smartphone más moderno y con múltiples aplicaciones si no vamos a utilizarlas todas, seguramente con tu actual celular es más que suficiente.
4. Piensa en la imagen que proyectas. La ostentación no nos hace mejores que los demás y la necesidad de aparentar que muchas personas tienen no es más que un reflejo de su dependencia del dinero y de la opinión ajena.
5. La austeridad no tiene porqué ser una mortificación, ni estar ligada a la dejadez, a la suciedad o a la falta de buen gusto en el vestir, significa prescindir de las necesidades que nosotros mismos nos creamos, disfrutar y cuidar lo que tenemos, empezando por las personas que nos rodean.
6. Concédete algún capricho, no es bueno vivir con un continuo sentimiento de privación. Además, si sueles ser austero podrás disfrutar mucho más cuando te permitas un pequeño capricho como comprarte un libro, golosinas o zapatos que tienes intención de darles mucho uso.
7. Aprende a buscar cosas baratas y buenas. Ya sean de oferta o de segunda mano, qué mejor época para ir a ver ropa que en rebajas. También puedes echar un vistazo a los objetos que te puede ofrecer un mercadillo o visitar tiendas de segunda mano.
Comparte esta cápsula para que junto con tus familiares y amigos reflexionen sobre el consumo extremo que estamos provocando, que además de afectar nuestro bolsillo genera un gran impacto en el medio ambiente.
Comments